Repetir no es malo en sí. Toda técnica se perfecciona con repetición. Toda formación requiere práctica. Pero cuando se repite sin pensar, sin revisar, sin escuchar… el oficio se vacía. Y la neurocirugía se convierte en un ritual sin alma.

  • Frases de jefes antiguos que ya no creemos… pero seguimos diciendo.
  • Dinámicas de enseñanza basadas en miedo, porque “así aprendimos”.
  • Estilos quirúrgicos que no se adaptan al caso, al paciente, al tiempo.
  • Estructuras de poder que ya no tienen sentido, pero “así se hace aquí”.
  • Actitudes de dureza emocional que solo esconden lo que dolió… y no se nombró.
  • Por inercia.
  • Por miedo a cambiar lo que funciona técnicamente.
  • Por comodidad.
  • Porque nadie nos enseñó a pensar el oficio: solo a reproducirlo.
  • El pensamiento crítico.
  • La autenticidad del vínculo con el paciente.
  • La capacidad de ver lo que está cambiando.
  • La posibilidad de enseñar desde la evolución, no desde la imitación.
  • Integrar es comprender, reelaborar, elegir conscientemente.
  • Repetir sin conciencia es copiar sin mirar.
  • Lo integrado transforma.

Lo repetido sin revisión, se convierte en error estructural.

  • Preguntarse: “¿por qué hago esto así?”
  • Escuchar al que llega nuevo: a veces ve lo que uno ya no puede ver.
  • Atreverse a cambiar lo que funcionó… si ya no funciona.
  • Dejar que la experiencia sirva de guía, no de cárcel.

Repetir sin pensar es la forma más silenciosa de perpetuar lo que ya no sirve. Y en neurocirugía, donde lo aprendido se convierte en herencia, repetir con conciencia es formar. Pero repetir sin conciencia… es deformar. Por eso esta obra existe: para que no repitamos sin mirar. Para que pensemos. Para que cuidemos.

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  • Last modified: 2025/05/13 02:13
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