El silencio fingido no es contemplación, ni pausa ética, ni prudencia clínica. Es un silencio que no nace del respeto, sino del miedo. Del cálculo. De la necesidad de protección en un entorno donde hablar tiene precio.

  • Cuando el residente calla ante un error del jefe.
  • Cuando el equipo no dice lo que ve por miedo a represalias.
  • Cuando se prefiere la corrección política a la crítica honesta.
  • Cuando se ha hablado antes… y dolió.
  • Cuando el clima está tan cargado que la voz se convierte en riesgo.
  • Jerarquías incuestionadas.
  • Liderazgos autoritarios.
  • Normalización del maltrato docente.
  • Cultura de “mejor no te metas”.
  • Historias compartidas de castigo tras la verdad.
  • Se consolidan errores clínicos no revisados.
  • Se transmite miedo en lugar de criterio.
  • Se pierde el valor formativo del diálogo.
  • Se instala la doblez: se piensa una cosa, se dice otra.
  • El sufrimiento no tiene nombre… y por tanto, no puede ser cuidado.
  • Creando espacios donde disentir no sea peligroso.
  • Validando la voz del que menos poder tiene.
  • Escuchando sin castigar.
  • Dando ejemplo: nombrar lo difícil sin violencia.
  • Recordando que lo que no se nombra, se repite.
  • El silencio verdadero acompaña, escucha, respeta.
  • El silencio fingido omite, esconde, normaliza.
  • Uno humaniza.

El otro deshumaniza.

El silencio fingido es la anestesia emocional de una cultura que teme la verdad. En neurocirugía, donde tanto se enseña, se lidera y se impacta, romper ese silencio no es un gesto heroico. Es un acto clínico. Porque el bisturí puede cortar… pero solo la palabra verdadera sana lo que el miedo dejó sin voz.

  • silencio_fingido.txt
  • Last modified: 2025/05/13 02:13
  • by 127.0.0.1