Colegio de Médicos
Sí, hablo de esa institución que debía protegernos, representarnos, alzar la voz por nosotros… y que ha terminado convirtiéndose en la gran coartada de un sistema que nos maltrata. Un decorado burocrático que se limita a organizar cenas de gala, entregar insignias y emitir comunicados tibios mientras el médico de a pie se revienta por 24 euros la hora en una guardia quirúrgica.
Los Colegios han sido cómplices. Cómplices de los recortes. Cómplices del silencio ante los abusos. Cómplices de la precariedad convertida en norma. Y lo que es más grave: han cultivado un clima de miedo. Porque aquí, el médico que alza la voz es señalado, expedientado o incluso expulsado. Aquí, defender tus derechos se convierte en un acto de riesgo profesional. La verdadera lacra de la profesión no es la falta de vocación: es el miedo institucionalizado.
Pero si alguien ha sabido aprovecharse del desmantelamiento silencioso de la sanidad pública, han sido los propietarios de clínicas privadas. Esos empresarios de bata blanca que se han enriquecido a base de una cantera formada, sufragada y exprimida por el sistema público. Clínicas montadas con médicos formados en hospitales públicos, reciclados como falsos autónomos, pagando su propia cuota y trabajando por tarifas de risa mientras el dueño de la clínica factura y sonríe.
Sí, esa sanidad “complementaria” que vive del dumping laboral: → sin derechos laborales, → sin estabilidad, → sin condiciones, → y con un Colegio de Médicos que ni se inmuta.
Y mientras tanto, ¿quién enseña?, ¿quién forma?, ¿quién se quema en silencio para que esto no reviente mañana? Nosotros. Los de siempre. Y cada vez con menos ganas, con menos fe y con más rabia contenida.
Porque ya no se trata de enseñar o no enseñar. Se trata de decir la verdad: este sistema no está en crisis. Está en manos de quienes nunca pisaron una guardia, nunca operaron de madrugada, y nunca van a defenderte cuando caigas.
Esto no es una queja. Es una acusación. Y si molesta, mejor: porque es síntoma de que por fin empieza a dolerles un poco lo que a nosotros nos ha dolido durante años.