Arriesgar: La Dimensión Invisible del Coraje Quirúrgico
Arriesgar es parte inevitable de la neurocirugía. Cada vez que decidimos operar, retrasar, intervenir o no intervenir, estamos tomando una decisión con consecuencias inciertas. Pero el valor del neurocirujano no está en evitar el riesgo a toda costa, sino en asumirlo conscientemente, con humildad, prudencia y responsabilidad.
Arriesgar no es improvisar
- No se trata de jugar con la incertidumbre, sino de habitarla con criterio.
- Arriesgar con sabiduría implica:
Formas de riesgo en neurocirugía
- Riesgo técnico: hemorragia, déficit, muerte.
- Riesgo relacional: perder la confianza del paciente o del equipo.
- Riesgo emocional: cargar con las consecuencias de una mala evolución.
- Riesgo ético: actuar sin estar completamente convencido.
- Riesgo reputacional: exponerse a la crítica o al juicio externo.
La cultura del no-error y el falso control
- En muchos entornos quirúrgicos, se premia el control total, la imagen de invulnerabilidad.
- Pero esa cultura genera cirujanos que temen más a equivocarse que a no ayudar.
- La ausencia de riesgo no siempre es prudencia: a veces es parálisis camuflada de perfección.
Arriesgar con integridad
- Implica decidir sabiendo que puede ir mal, y aún así hacerlo por el bien del paciente.
- Es poder decir: “si vuelve a pasar, haría lo mismo”.
- Es asumir el error no como fracaso personal, sino como parte de un acto clínico legítimo.
- Es compartir con el equipo y con el paciente la realidad del límite, no maquillarla.
El riesgo compartido
- Un quirófano maduro no calla ante el riesgo, lo nombra.
- Un tutor honesto enseña a asumir riesgos, no solo a evitarlos.
- Un paciente informado no exige milagros, sino verdad.
Conclusión
Arriesgar no es lo opuesto a la excelencia, sino a la indiferencia. Quien arriesga con consciencia honra su profesión. Y quien lo hace desde la verdad, la escucha y la humildad… honra también a quien confía su vida.