Ser verdadero no es ser perfecto. No es tener razón siempre. No es saberlo todo. Ser verdadero es habitar con conciencia lo que uno es, lo que uno hace, y lo que uno transmite.
Ser verdadero no es un rol: es una forma de estar. Una forma de mirar, de operar, de enseñar, de escuchar… Una forma de no traicionarse. Y quizás, en el fondo, la única forma digna de sostener un bisturí.