Desacordar no es atacar. No es deslealtad. No es falta de respeto. Es pensar distinto, sentir distinto, proponer algo diferente… y atreverse a decirlo. En neurocirugía —donde el saber técnico y la jerarquía pesan tanto— el desacuerdo suele vivirse como amenaza. Pero en realidad, es una señal de conciencia viva.
El desacuerdo no es ruido. Es señal de vida. En una cultura quirúrgica sana, se puede disentir sin perder el respeto, sin poner en juego el vínculo. Porque en neurocirugía, como en la vida, no siempre se necesita tener razón… pero sí tener el coraje de escuchar lo que aún no hemos visto.