Complacer es actuar, hablar o decidir para gustar, para evitar conflicto, para ser aceptado. En neurocirugía, complacer puede disfrazarse de cortesía, de diplomacia, de respeto… pero si no nace de la convicción, sino del miedo o del deseo de ser valorado, desvía el juicio clínico y erosiona la integridad.
Complacer es actuar desde el miedo al rechazo.
Complacer es adaptarse hasta desaparecer.
Complacer debilita.
Complacer es cómodo… pero caro. Caro en claridad. En autenticidad. En dignidad. En neurocirugía —donde se enseña, se lidera y se decide cada día— complacer sin conciencia puede ser más peligroso que equivocarse con honestidad. Porque el paciente no necesita que le gustes. Necesita que seas verdadero.