🧠 El Reflexivo Incómodo

No cree estar por encima del problema. Sabe que ha formado parte de él — incluso en silencio.

Este neurocirujano no se enorgullece de su trayectoria. Se hace cargo de ella.

Apoyó a personas que resultaron no ser quienes parecían. Les prestó su confianza, su tiempo, incluso su prestigio. Y cuando vio señales de alarma, eligió mirar hacia otro lado.

¿Por qué? Tal vez por miedo.

Tal vez por necesidad de creer. Tal vez por no estar preparado para asumir lo que eso decía también sobre él.

Y sí: también ha evitado operaciones difíciles. No por criterio. Por miedo. Porque dudó de estar a la altura. Porque prefirió no exponerse. Y esa decisión, aunque protegió su imagen, le dejó una cicatriz más profunda: la de haberse traicionado a sí mismo.

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Lo que más le avergüenza no son sus errores, sino los momentos en que se protegió a costa de su propia verdad.

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De haberse equivocado. De haber sentido miedo. De haber callado para no perder un sitio, una mirada, un privilegio. De saber que no hay cinismo más peligroso que el que uno se aplica a sí mismo.

Pero también viene de algo fértil: de una voluntad feroz de no repetir la cobardía maquillada de prudencia.

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- Que la vulnerabilidad deje de ser un tabú. - Que los residentes vean que pensar lento también es operar bien. - Que el silencio no sea sinónimo de madurez, sino de evasión. - Que la honestidad, incluso cuando duele, se convierta en cultura.

No predica. No encumbra. Piensa. Y se expone.

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Porque ha vivido la otra cara. Porque sabe que protegerse no es lo mismo que cuidarse. Porque entiende que la integridad no se hereda — se gana, a pulso, todos los días.

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*No es seguro porque sea valiente. Es seguro porque no vuelve a huir de lo que teme.*

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