La jerarquía en neurocirugía es necesaria. Organiza responsabilidades, garantiza seguridad, permite tomar decisiones rápidas en contextos críticos. Pero también, si no se revisa, puede volverse estructura incuestionable, herramienta de dominio o excusa para el maltrato.
La jerarquía no es el problema. El problema es no mirarla. No revisarla. No humanizarla. No preguntarse desde dónde se ejerce. En neurocirugía, donde el riesgo es alto y el poder, real, la jerarquía ética es aquella que organiza sin aplastar, forma sin humillar y lidera sin silenciar.