Autor: Dr. Juan Sales-Llopis
El artículo publicado recientemente en *Brain Spine* por Marchesini et al., 1) que pretende analizar los factores interpersonales y sistémicos en las colaboraciones neuroquirúrgicas entre Europa y los países con recursos limitados, me ha dejado una sensación ambigua: un trabajo bienintencionado, incluso necesario, pero que termina siendo políticamente correcto y prácticamente estéril.
Nadie duda de que conceptos como respeto mutuo, planificación estructurada o continuidad institucional son deseables. Pero cuando se convierten en lugares comunes sin mecanismos de implementación, dejan de tener fuerza transformadora. El estudio identifica 12 temas —todos lógicos, todos plausibles— pero no ofrece ni una sola herramienta práctica para evitar que estas colaboraciones sigan dependiendo del entusiasmo personal, del voluntarismo institucional o, peor aún, del paternalismo encubierto.
Resulta sintomático que no se incluyan casos fallidos. No hay análisis de fricciones, de rupturas, de promesas incumplidas, de conflictos culturales o de desequilibrios de poder. ¿Cómo se pretende construir un modelo si no se exploran los límites de lo que no funciona? La falta de autocrítica debilita el marco propuesto. Una colaboración real no puede evitar el conflicto, debe aprender a gestionarlo.
Uno de los vacíos más llamativos del estudio es la ausencia de estratificación según el grado de madurez de las instituciones participantes. No es lo mismo colaborar con un hospital universitario con décadas de formación que con un centro periférico en plena construcción. La asimetría no es solo económica o tecnológica: es epistémica y estructural. Y si no se aborda, perpetúa dependencias en lugar de resolverlas.
La cooperación internacional en neurocirugía es un imperativo ético. Pero si queremos que sea algo más que una vitrina de buenas intenciones, debemos exigir más rigor, más herramientas y menos retórica. A falta de eso, seguiremos leyendo artículos que nos dicen lo que ya sabemos y evitan decirnos lo que necesitamos corregir.
Porque la buena voluntad no basta. Hace falta estructura. Y también autocrítica.
Las colaboraciones internacionales en neurocirugía, especialmente entre Europa y regiones con recursos limitados, presentan una serie de deficiencias estructurales:
Transformar el modelo actual de colaboración internacional en neurocirugía en un sistema:
Colaboración hipotética: Hospital Universitario de Valencia + Hospital regional en Zambia
Fase piloto en 2025–2026 con 3–5 proyectos seleccionados. Supervisión conjunta por:
Resultados y herramientas compartidas libremente en:
No necesitamos más discursos sobre la importancia de colaborar.
Lo que necesitamos es una arquitectura de colaboración que resista la idealización, sobreviva al entusiasmo y produzca autonomía.
Porque la ética, sin estructura, es solo discurso.