Arriesgar es parte inevitable de la neurocirugía. Cada vez que decidimos operar, retrasar, intervenir o no intervenir, estamos tomando una decisión con consecuencias inciertas. Pero el valor del neurocirujano no está en evitar el riesgo a toda costa, sino en asumirlo conscientemente, con humildad, prudencia y responsabilidad.
Arriesgar no es lo opuesto a la excelencia, sino a la indiferencia. Quien arriesga con consciencia honra su profesión. Y quien lo hace desde la verdad, la escucha y la humildad… honra también a quien confía su vida.